En una entrega anterior se discutieron las limitaciones de las preguntas de respuesta estructurada, generalmente adecuadas para evaluar aprendizajes simples, memorísticos o mecánicos. Y como los propósitos de la educación, desde la básica, no se reducen a eso, sino que pretenden desarrollar competencias de complejidad mayor, que los ciudadanos necesitarán para defenderse en la vida, es necesario que la evaluación de los aprendizajes recurra a herramientas mejores.
El término “rúbrica” no ayuda a entender los instrumentos a los que se refiere esta entrega, y evoca más bien lo que conocemos como “firma”. Una expresión mejor para designar unas herramientas con las que se hacen explícitos los criterios que se aplicarán para valorar el desempeño de unos estudiantes es la de “matrices de valoración”. El primero de los términos de esta expresión, matrices, nos dice que consiste en una tabla de doble entrada, con renglones y columnas que, al cruzarse, definen casillas.
Utilizando bien estas herramientas es posible evaluar de manera confiable competencias complejas, con evaluaciones llamadas “de ejecución”, ya que su objeto lo constituyen conjuntos de acciones en los que se manejan diversos conocimientos, aplicados al enfrentar situaciones reales, poniendo en juego también actitudes y habilidades prácticas. Para evaluar esas competencias es necesario que los evaluados lleven a cabo efectivamente tales acciones, como se hace, por ejemplo, al “ejecutar” una pieza musical, un ejercicio gimnástico o atlético, o bien al resolver un problema de la vida real que implique el uso de matemáticas, o la redacción de una carta o un ensayo, la realización de una investigación científica o de un proyecto de ciencias sociales, etc.
Para evaluar las “ejecuciones” de este listado de ejemplos es indispensable identificar los aspectos o dimensiones de cada ejecución que interesa valorar, y precisar los niveles de calidad que se podrán encontrar en cada uno de los aspectos o dimensiones de la ejecución identificados.
Los aspectos de algunas de las ejecuciones antes mencionadas son, por ejemplo, entonación, ritmo y volumen de la ejecución de un músico; velocidad, precisión, elegancia y ausencia de errores de un gimnasta; planteamiento del problema, pertinencia de la matemática usada para resolverlo, corrección de la solución; claridad del planteamiento del tema, consistencia del desarrollo, solidez de la conclusión, corrección de la forma…
Las dos acciones necesarias para evaluar esas ejecuciones definen justamente lo que debe hacerse para construir una rúbrica o matriz de valoración: los aspectos de cada ejecución que interesa valorar definen los renglones, y los niveles de calidad de cada aspecto las columnas de la matriz.
Con ello una matriz exige que el docente explicite qué espera del desempeño de sus alumnos en cuanto a lo que evalúa, comunicándolo a los estudiantes para que sepan lo que se espera de ellos. Las matrices pueden ser así herramientas de autoevaluación que ayudan a que los alumnos asuman la responsabilidad de su propio aprendizaje; como herramientas de calificación pueden dar sentido a los estudiantes y padres en cuanto a las notas asignadas; y pueden limitar la arbitrariedad de las calificaciones, aumentando su validez y confiabilidad.
Los pasos que debe dar un docente para construir una rúbrica son:
- Reflexionar sobre el desempeño a evaluar, intercambiando ideas con colegas, explicitando características del desempeño en cuestión, revisando aprendizajes esperados y tipos de tareas relacionados, terminando con posibles criterios e indicadores.
- Agrupar los elementos del paso anterior para definir dimensiones.
- Ordenar y definir niveles para cada aspecto o dimensión, para lo cual se deberá precisar:
- Cuál será un desempeño óptimo en términos absolutos y un desempeño destacado para el nivel educativo de que se trate, en el contexto de cada escuela y grupo;
- Cuál será el desempeño mínimo aceptable y la diferencia entre aceptable e insuficiente.
- Ayudará comparar desempeños del mismo nivel a partir de muestras de ejecuciones de los alumnos, clasificándolas en “pilas”.
- Explicitar criterios-indicadores en cada casilla definida por el cruce de renglones y columnas.
Las matrices son instrumentos de evaluación, ya que para evaluar primero hay que medir, para luego comparar el resultado de la medición con un criterio de referencia y llegar al juicio de valor. Pero medir no es fácil, y menos a nivel cardinal, que implica que el intervalo entre los niveles de medición sea igual. La calificación numérica a que llega un maestro simplemente contando aciertos y errores en una prueba de respuesta estructurada da una apariencia de precisión engañosa: en realidad no se tiene idea de la distancia entre un 10, un 9 o un 8. Las evaluaciones de los docentes en realidad son solamente ordinales, y la manera en que se hacen usualmente es muy imprecisa y arbitraria.
La mejor forma de medir a nivel ordinal y evaluar de manera consistente es utilizar buenas matrices.
Los dos ejes de una matriz definen las operaciones indispensables para medir y evaluar: identificar las dimensiones o aspectos de la tarea y precisar dos o más niveles de desempeño en cada una. En tales herramientas no se controla el intervalo entre dos niveles: no se mide cardinalmente, pero sí ordinalmente. Los niveles de desempeño se pueden transformar en números, con conciencia de su imprecisión. El nivel ordinal es suficiente para las evaluaciones que deben hacer los docentes. Si las matrices están bien hechas, además de ganar en validez y confiabilidad podrán servir para hacer realidad el propósito formativo, al dar buena retroalimentación, ya que lo que menos importa es la traducción del resultado a un número, pero en cambio se puede conseguir que los estudiantes y sus padres comprendan lo que puede hacer un alumno y lo que aún no consigue.
Se pueden hacer rúbricas para evaluar ejecuciones sencillas, como el grado en que un niño de cinco años domina habilidades básicas de natación, como caminar con el agua hasta el cuello, flotar o sumergir la cabeza y aguantar la respiración. Es posible también evaluar competencias complejas, como las de un artista o un deportista de alto rendimiento, un proyecto grupal complejo que integre varias asignaturas curriculares, o una tesis doctoral.
Hacer buenas matrices no es trivial, pero tampoco una tarea imposible. El ejemplo siguiente permite apreciarlo. La cocina ilustra niveles de ejecución análogos a los de las actividades académicas. Los criterios para cocinar unos tacos al pastor, por ejemplo, se relacionan con cosas como el sabor y la presentación, pero también puede importar el contenido de grasa y colesterol.
MATRIZ PARA EVALUAR TACOS AL PASTOR
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N.B. No es necesario estar de acuerdo con el contenido de las casillas, lo importante es la idea.
Para terminar, hay que tener en cuenta que, como cualquier herramienta, “una rúbrica es necesaria pero no suficiente para una buena evaluación y una buena devolución. Para comprender el lenguaje de las rúbricas, tanto el estudiante como el evaluador necesitan ver muestras y ejemplos de trabajos de distintos niveles” (Pedro Ravela).
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